“Es importante discutir cómo podría ser un buen mundo con una IA poderosa”: Dario Amodei es el gurú de la inteligencia artificial que más crítico es con su avance… ¿o es todo una fachada?

No existen voces críticas entre quienes están detrás del desarrollo de las IA. Incluso quienes dicen tener una posición crítica y ser conscientes de sus peligros o sus limitaciones, siguen planteando exactamente las mismas cuestiones que el resto: lo absolutamente revolucionarias que son y cómo no pueden hacer daño si se aplican de forma adecuada. 

El problema se hace evidente cuando la figura más crítica del sector es Demis Hassabis, a quien, en cualquier otro ámbito, se consideraría un utopista con un marcado sesgo ideológico. Si este es el máximo referente de la “prudencia” en el mundo de la IA, resulta ingenuo esperar una visión verdaderamente realista o con los pies en la tierra por parte de sus gurús.

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Dario Amodei, CEO de Anthropic.

Pero hay un hombre que dice representar exactamente eso. Alguien que critica de vez en cuando la IA, que afirma sus posibles peligros y que evita los escenarios de ciencia ficción. Y lo hace de forma consciente y constante. Sin embargo, eso no le impide guardar el mismo entusiasmo y las mismas ideas que sus compañeros y, en muchos casos, ser mucho más utopista que los mismos; porque, en sus propias palabras, “me enfada mucho cuando alguien dice que quiero frenar a la IA. Mi padre murió por curas que llegaron tarde. Entiendo mejor que nadie lo urgente que es esto”

Como vamos a ver, Dario Amodei —aunque disfruta presentándose como una voz crítica de la IA— es, en realidad, uno de sus mayores entusiastas. Su discurso combina advertencias calculadas con una fe inquebrantable en el potencial transformador de la tecnología, y esa mezcla le permite aparecer como moderado cuando, en el fondo, impulsa con la misma fuerza —o más— el avance de la inteligencia artificial.

Dario Amodei, CEO de Anthropic.

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Terceros

Siempre ha estado relacionado con las redes neurales

Una vida encaminada hacia la IA

Dario Amodei nació en San Francisco en 1983, en el seno de una familia acomodada. Su padre era un artesano del cuero de origen italoamericano y su madre, una judío-estadounidense que trabajaba como gestora de proyectos para bibliotecas. Cuatro años después llegó al mundo su hermana Daniela, un dato relevante, ya que ambos compartirían buena parte de su trayectoria profesional.

Cursó estudios en la Universidad Tecnológica de California y, posteriormente, se trasladó a Stanford, donde se graduó en Física. Más tarde obtuvo un doctorado en Física por la Universidad de Princeton, especializándose en electrofisiología de los circuitos neuronales. Un campo que, al menos sobre el papel, guardaba una relación directa con el trabajo que más tarde desempeñaría en inteligencia artificial. En la práctica, sin embargo, la conexión era mucho menos lineal de lo que podría parecer.

En 2016 dio el salto a OpenAI, por entonces una empresa prácticamente recién fundada y que no generaría beneficios hasta tres años después

Al concluir su formación, ya con 31 años, inició su carrera profesional en Baidu, la multinacional tecnológica china especializada en servicios de internet e inteligencia artificial. Su paso por la compañía fue breve: comenzó en noviembre de 2014 y dejó el puesto en octubre de 2015. Poco después, se incorporó a Google, donde tampoco permaneció mucho tiempo.

En 2016 dio el salto a OpenAI, por entonces una empresa prácticamente recién fundada y que no generaría beneficios hasta tres años después. No obstante, esto no significa que Amodei trabajara gratis o con un sueldo propio de una start-up en fase temprana. Desde sus inicios, OpenAI pagó salarios corporativos a sus miembros, aunque no alcanzaran las cifras de gigantes como Google o Facebook. De hecho, el cambio supuso una mejora económica para Amodei, más aún considerando que llegó a ocupar el cargo de vicepresidente de investigación en OpenAI.

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Dario Amodei, CEO de Anthropic.

Durante los cinco años siguientes, Amodei fue una pieza más dentro del engranaje de OpenAI. Pero todo cambió entre diciembre de 2020 y enero de 2021, cuando, junto con su hermana Daniela y otros nueve miembros de la compañía, fundó Anthropic, su propia empresa dedicada a desarrollar servicios de inteligencia artificial.

¿La razón oficial de la ruptura con OpenAI? Según el propio Amodei, se debió a “diferencias” respecto a la dirección que estaba tomando la compañía, aunque nunca entró en más detalles. Es imposible saber con certeza cuáles fueron esas discrepancias, pero es llamativo que el distanciamiento coincidiera con un cambio estratégico muy concreto en OpenAI. En 2020, la compañía presentó GPT-3, su modelo de generación de texto, y en 2021 anunció DALL·E, la herramienta capaz de crear imágenes a partir de descripciones escritas.

¿Pudo ser esa la línea divisoria? Resulta difícil afirmarlo, sobre todo porque Anthropic acabaría incursionando igualmente en el terreno de la IA generativa. Lo cierto es que, en lo que respecta a sus decisiones vitales, Amodei siempre mostró una clara inclinación por no dar explicaciones… en un sector en el que, además, pocos se atreven a formular preguntas incómodas.

Dario Amodei, CEO de Anthropic.

Dario Amodei, CEO de Anthropic.

Getty Images

Ahora llamamos IA a todo, pero quizás no es exactamente eso

Claude, su gran invento

Anthropic fue fundada en 2021 por siete antiguos empleados de OpenAI. En abril de 2022, la compañía recibió 580 millones de dólares en financiación, de los cuales 500 procedían de FTX, firma de criptomonedas que, apenas un año después, se declararía en bancarrota. Pero, mientras el principal valedor financiero de Anthropic se desplomaba bajo investigaciones internacionales, la empresa de Amodei siguió adelante sin que ninguna autoridad pusiera en cuestión su actividad. Ese mismo verano, concluyeron la primera versión de su modelo de inteligencia artificial, bautizado como Claude.

En sentido estricto, Claude no era una inteligencia artificial. No en el sentido en que la imaginación popular, alimentada por el marketing del sector, entiende el término. Claude era una familia de grandes modelos de lenguaje basados en transformadores generativos preentrenados (GPT). 

Los modelos solo quieren aprender. Esto hay que entenderlo: los modelos solo quieren aprender

Dario AmodeiCEO de Anthropic

Desde el lanzamiento del primer Claude, el 14 de marzo de 2023, hasta el más reciente Claude 4.1, presentado el 5 de agosto de 2024, todos funcionaban de la misma forma: predecir la siguiente palabra de un texto dado, construyendo así una cadena que pareciera coherente. Pareciera. Porque Claude ni pensaba, ni reflexionaba, ni realizaba proceso alguno que pudiera considerarse pensamiento humano. Una realidad que chocaba de frente con la visión que Amodei repetía en entrevistas: “Los modelos solo quieren aprender. Esto hay que entenderlo: los modelos solo quieren aprender”.

Nada de esto impidió que el producto impresionara a gran parte del sector. Tanto que el 25 de septiembre de 2023 Amazon anunció una inversión de 1.250 millones de dólares en Anthropic, con un compromiso de llegar a los 4.000 millones. El acuerdo incluía que la empresa pudiera utilizar la infraestructura de Amazon Web Services y que los clientes de AWS accedieran a los modelos de Anthropic. Apenas un mes después, en octubre, Google entró también en el juego con una inversión inicial de 500 millones de dólares y la promesa de aportar otros 1.500 millones más en el futuro.

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A partir de ese momento, Amazon se convirtió en el principal inversor de Anthropic. Sin embargo, no fue la única gran corporación interesada en Amodei. En noviembre de 2023, la junta directiva de OpenAI se acercó a él con una propuesta tan ambiciosa como insólita: fusionar OpenAI y Anthropic y nombrarle CEO de la nueva entidad resultante. Amodei rechazó la oferta.

El contexto explicaba la urgencia. El 17 de noviembre de 2023, Sam Altman había sido destituido como CEO de OpenAI por “pérdida de confianza” por parte de la junta de directores. El despido provocó una crisis interna sin precedentes, marcada por movimientos de presión, filtraciones y rumores de desbandada entre empleados clave. 

Recurso de Claude, la IA de Anthropic

Recurso de Claude, la IA de Anthropic.

ANTHROPIC / Europa Press

Fue en ese clima de inestabilidad cuando se planteó la propuesta a Amodei, que nunca llegó a concretarse. La situación solo se resolvió tras la intervención de Satya Nadella, CEO de Microsoft, que facilitó el regreso de Altman al cargo a cambio de una reestructuración profunda de la junta directiva.

Al declinar la oferta, Anthropic continuó creciendo de forma independiente, asegurando nueva financiación y alianzas estratégicas. Su valoración actual ascendía a 61.500 millones de dólares, lo que la situaba entre las compañías más relevantes del mundo en el sector de la IA generativa. 

Como decíamos, sus principales inversores eran Amazon y Google, aunque con el tiempo la empresa trató de diversificar su base de clientes y accionistas. Parte de esa estrategia incluyó un intento de seducir al gobierno de Estados Unidos mediante un ambicioso plan llamado Build AI in America, que defendía la necesidad de adaptar y ampliar las infraestructuras eléctricas del país para dar soporte al crecimiento de la inteligencia artificial… y, de forma nada disimulada, al de Anthropic en particular, durante las próximas décadas.

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¿Un optimismo alarmante?

Un ensayo con el que ha querido vaticinar el futuro

Pero quizá lo más revelador que dejó Amodei no fue una ronda de financiación ni una maniobra empresarial, sino un ensayo en el que expuso su visión de lo que consideraba el futuro de la inteligencia artificial. Un texto en el que no solo se mostró optimista, sino abiertamente utopista, pese a que él insistía de forma sistemática en declararse lo contrario. Ese ensayo se publicó en octubre de 2024 bajo el título Machines of Loving Grace.

La obra tomaba prestado —y amputaba— el nombre del poema All Watched Over By Machines of Loving Grace, de Richard Brautigan. Amodei conservó únicamente la parte que le interesaba, “Máquinas de amorosa gracia”, omitiendo deliberadamente el “Todo observado por”, una expresión que en el original añadía un matiz inquietante y profundamente irónico. La supresión no era casual: ese matiz distópico no encajaba con la imagen idílica que el autor quería proyectar.

Es importante discutir cómo podría ser un buen mundo con una IA poderosa

Dario AmodeiCEO de Anthropic

El ensayo desarrollaba precisamente esa visión: cómo, en un horizonte de entre cinco y diez años tras la aparición de una “IA poderosa”, el mundo se transformaría de manera tan radical que apenas podíamos comenzar a imaginarlo. 

Amodei aclaraba repetidamente dos puntos: que esa IA podía llegar tan pronto como a principios de 2026, aunque también admitía que podría demorarse mucho más; y que, a diferencia de su postura habitual —supuestamente más cauta—, en esta ocasión su perspectiva era deliberadamente optimista, ya que consideraba “importante discutir cómo podría ser un buen mundo con una IA poderosa”.

Anthropic presenta sus nuevos modelos de IA Claude 3.

Anthropic presenta sus nuevos modelos de IA Claude 3.

ANTHROPIC / Europa Press

Ambas afirmaciones resultaban, como mínimo, discutibles: la primera por la enorme incertidumbre técnica que rodea cualquier predicción de este tipo; la segunda porque esa supuesta “cautela habitual” ya se había visto contradicha, una y otra vez, por sus propias decisiones y declaraciones públicas.

Aunque es cierto que Amodei había advertido en algunas ocasiones sobre los peligros de la inteligencia artificial, también lo es que había sido tan hiperbólico en sus elogios y promesas como cualquier otro gurú del sector. Su predicción de que una “IA poderosa” llegaría en algún momento —y que, a partir de ahí, en un plazo de cinco a diez años provocaría un cambio de paradigma— no difería demasiado de las profecías de sus colegas. 

Según Amodei, la IA podría contribuir a curar enfermedades mentales, encontrar soluciones para dolencias crónicas y ofrecer a los países del llamado “Tercer Mundo” la oportunidad de aumentar su productividad

La única diferencia era estratégica: al formular fechas más vagas, se cubría las espaldas. Si el hito no se cumplía, siempre podría culpar a las limitaciones humanas, no a su previsión tecnológica; si se cumplía, reclamaría haber tenido razón desde el principio.

En lo esencial, Machines of Loving Grace se convirtió en un compendio de su ideología, un escaparate de los productos que Anthropic aspiraba a vender y un reflejo de las limitaciones que comparten prácticamente todos los gurús de la IA. Expertos que, en el mejor de los casos, manejaban un profundo conocimiento en informática o, en algunos, en neurociencia, pero que rara vez disponían de una formación sólida en economía, política, filosofía o cualquiera de las otras disciplinas necesarias para comprender y orientar el impacto de una tecnología que, de cumplirse sus promesas, alteraría de raíz la vida humana.

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Sus premisas fundamentales partían de una certeza: que, entre 2031 y 2036, si nada salía mal, la inteligencia artificial sería más inteligente que cualquier genio humano. Sabría más que cualquier premio Nobel y tomaría decisiones mejores que las de cualquier persona, en cualquier circunstancia. 

Según él, esa IA podría contribuir a curar enfermedades mentales, encontrar soluciones para dolencias crónicas, ofrecer a los países del llamado “Tercer Mundo” la oportunidad de aumentar su productividad, instaurar una democracia más justa gestionada por algoritmos, corregir al menos en parte las injusticias del sistema judicial y, además, equilibrar la vida laboral y el tiempo libre en un sistema capitalista “justo”.

Darioa Amodei, director ejecutivo de la empresa de desarrollo de IA, Anthropic

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Council on Foreign Relationships (YouTube)

En definitiva, una utopía que —siendo honestos— podría alcanzarse hoy mismo invirtiendo, no en IA, sino en resolver directamente esos problemas concretos con los recursos que actualmente se destinaban a la carrera tecnológica.

Todo esto lo sostenía, además, bajo la premisa de que la IA debía ser neutral y buscar el bien común. Una afirmación que quedó en entredicho cuando, en noviembre de 2024, Anthropic anunció una alianza con Palantir, la empresa de Peter Thiel —ex CEO de PayPal e ideólogo de extrema derecha— para proporcionar servicios de seguridad y vigilancia al gobierno de Estados Unidos. 

Una colaboración que encajaba mal con la imagen de justicia e igualdad que supuestamente traería esa futura IA superior en la que Amodei confiaba. Y tampoco armonizaba con sus advertencias de que “aproximadamente la mitad de los trabajos de oficina podrían desaparecer en los próximos cinco años”.

Dario Amodei es el CEO de Anthropic

Dario Amodei es el CEO de Anthropic

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¿Tiene razón Dario Amodei?

¿Es posible la existencia de esa “IA poderosa” que Amodei anunciaba? De momento, todo apunta a que no. Ninguna investigación seria ha demostrado que una inteligencia artificial sea capaz de realizar algo siquiera similar a un proceso mental humano, ni que esté cerca de lograrlo. 

Tal vez, en el futuro, pudiera serlo, pero ese horizonte no parece próximo. Amodei puede disponer de información que el resto del mundo desconoce, pero lo cierto es que los gurús de la IA llevaban años proclamando la inminencia de esa tecnología destinada a sustituir al ser humano… y, a día de hoy, esa promesa sigue sin materializarse. Las evidencias de que no existen son, por ahora, mucho más sólidas que las profecías de quienes tienen un interés directo en que creamos lo contrario.

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En cualquier caso, Amodei no es la voz crítica que dice ser. Anthropic y Claude pueden ir un paso por delante de OpenAI y ChatGPT en la calidad de su producto, pero eso no significa que hayan creado inteligencia humana artificial. Reconocer que la IA puede ser un peligro no lo convierte en un crítico de la tecnología: simplemente lo sitúa en el plano mínimo de consciencia ante una realidad evidente.

Todo eso es cierto al mismo tiempo. Tan cierto como que, según la revista Time, Amodei está entre las cien personas más influyentes del mundo. Incluso si lo ha conseguido repitiendo, con distinto envoltorio, el mismo discurso que todos los demás gurús… esos que aún tienen que demostrar aquello que proclamaban con tanta seguridad.

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