Alejandro Martorell
Actualizado el 11/08/2025, 09:06 a.m.
La decadente raza parlamentaria, esta vez multiplicada y reunida en una asamblea bicameral, será elegida por nosotros los ciudadanos electores, mediante el poderoso instrumento del sufragio, en las próximas elecciones generales de 2026. Ocurrirá lo mismo con la elección del titular del Poder Ejecutivo, y de los demás gobernadores, alcaldes y representantes que pretenden conducir a buen puerto la gigantesca nave que es el Perú y que aspiran a rectificar el rumbo de la vida nacional. Elegir periódicamente a nuestros gobernantes es cosa inevitable, porque nuestra forma de gobierno es la democracia representativa y en este sistema, como dice el artículo 25 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos: “todos los ciudadanos podrán participar en la dirección de los asuntos públicos, directamente o por medio de representantes libremente elegidos; y podrán votar y ser elegidos en elecciones periódicas, auténticas, realizadas por sufragio universal e igual y por voto secreto que garantice la libre expresión de la voluntad de los electores”. En la siempre tormentosa época electoral, hay mayor beligerancia discursiva, las discusiones al interior de los partidos se vuelven ásperas, los ciudadanos se actualizan, unos piensan antes de votar y otros se dejan arrastrar por la opinión mayoritaria. A veces elegimos bien, y otras, parafraseando a G. K. Chesterton, “me pregunto y no me explico, por más que me exprimo los sesos, cómo pudo haber ocurrido”, esto es, cómo hemos elegido tan mal. Al inicio del artículo menciono el término “nave”. Me refiero a La nave de los locos, una pintura de El Bosco, hecha hacia el año 1504, que refleja el momento electoral y quizás a nuestro país.
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